Jueves 21 Noviembre 2024

Vanesa De Mier, doctora en Letras e investigadora del CONICET, explica cómo se transforma el cerebro humano para adquirir la capacidad lectora y los procesos mentales que realiza para leer. Además, analiza cuál es el estado del sistema educativo nacional para afrontar este desafío que, aunque parece algo natural, requiere de mucho esfuerzo y enseñanza explícita.

Acá dice “martillo rojo” y, en tu mente, estás visualizando esa herramienta y de ese color. ¿Alguna vez te preguntaste cómo es que llegaste a automatizar tanto ese proceso de asociación entre estos trazos y esa imagen? ¿Y que, más aún, ya ni siquiera notas que lo haces? El estudio de la lectura no es algo nuevo. Desde la década del ‘80, dentro del marco de la psicología cognitiva, la ciencia comenzó a investigar qué procesos y habilidades están implicados en el acto de leer. Pero, con el avance de la tecnología y las neurociencias, las respuestas a este interrogante resultaron mucho más precisas.

Desde el momento en que nacemos, estamos predispuestos a desarrollar el lenguaje oral, ya sea a través de la palabra hablada o la lengua de señas, dependiendo la situación. Esta capacidad innata, casi mágica -si se nos permite la paradoja-, de adquirir el lenguaje hablado, no se extiende al lenguaje escrito. La lectura, con su complejidad y sutileza, desafía a articular estructuras preexistentes del lenguaje oral. La comprensión, el vocabulario, el conocimiento de la sintaxis; todo eso entra en juego cuando nuestros ojos recorren las líneas de un texto.

Vanesa De Mier, doctora en Letras e investigadora asistente del CONICET (LIS, INIGEM, UBA-CONICET), explica que la verdadera maravilla de la lectura radica en cómo nuestro cerebro recicla áreas que inicialmente se utilizaban para otras funciones, adaptándolas para descifrar los secretos de las letras y transformarlas en sonidos y significados. “Si se aborda la lectura y la escritura desde el paradigma cognitivo, uno entiende el proceso y cuáles son las distintas habilidades necesarias para llevarlo adelante”, asegura la docente de la Universidad Católica de Argentina y de la Universidad de Buenos Aires, en esta entrevista con la Agencia CTyS-UNLaM.

Con el auge de las neurociencias se revisaron muchos de los estudios previos generados en base a la psicología cognitiva. ¿Cómo impactó la aparición de los scaners y las neuroimágenes en el estudio de los procesos de lectura?

Estas nuevas disciplinas lo que tienen de contundente es que cuentan con imágenes que pueden hacer escaneos mientras el sujeto de estudio desarrolla actividades de lectura. Así, vemos qué zonas del cerebro se activan y se interconectan ante determinadas tareas. Un investigador francés, Stanislas Dehaene, formula la hipótesis del “reciclaje neuronal”, es decir, que si bien nosotros no tenemos una zona del cerebro que esté predispuesta a procesar las letras, reciclamos un área que originalmente usábamos para procesar cuestiones espaciales y de las líneas horizontales y verticales. Nosotros reciclamos ese área para hacernos especialistas en ver las letras y relacionarlas con los sonidos.

A esta zona se le llama "Caja de las Letras". Es una región que se activa cuando un cerebro deja de ser solo hablante o lingüístico y se transforma en uno lector. En el caso de los analfabetos, esas zonas del cerebro no se activan. Lo maravilloso es que, mediante neuroimágenes, el científico francés muestra cómo se desarrollan interconexiones entre esas zonas específicas que procesan las letras y las zonas de la fonología y los significados de la lengua, que están mapeadas en el cerebro. Magalí de Diego (Agencia CTyS-UNLaM) – Nota completa en Agencia CTyS