Por fin amaneció, y aquí me encuentro en Villa Pueyrredón, despojada de toda tecnología, como muchos de mis vecinos, sin luz desde anoche, después de un día agobiante, en el cual uno pensaba descansar bajo el manto del aire acondicionado o un buen ventilador, pero como dice el dicho, uno propone y Dios dispone.
Es temprano recién la Ciudad y sus habitantes están despertando, comienzan los ruidos de la mañana, por lo que se percibe se avizora otro día a todo sol y de mucha temperatura, y sin luz.
La ironía es ver que toda la tecnología acumulada no sirve para nada, no funciona nada, estoy escribiendo por suerte desde una Notebook la cual por fortuna estaba con batería cargada, en el patio, esperando una leve briza, un vientito, algo que me haga sentir mejor, después de una noche para no recordar, estoy con unas pocas horas de descanso, como estarán todos los habitantes de esta Ciudad que pasaron por esta situación.
Esperanzada ante una jornada que recién comienza, en que alguien se ocupe del problema, he visto como mucho de mis vecinos anoche abandonaban el barco, se subían a sus automóviles con los chicos, bolsos, hacia un destino mejor, dejando sus viviendas, en busca de la casa de un familiar, de un amigo, de algún afortunado que los recibiera en su casa, con energía eléctrica.
Tantos años han pasado y siempre volvemos a lo mismo, mucho calor y chau energía, mucha compra de electrodomésticos, aires acondicionados, que lamentablemente no funcionar sin la electricidad, ya uno ni se molesta en llamar a las compañías responsables, porque inmediatamente conectan en contestador y discutir con una maquina es tiempo perdido, como también estará perdido el contenido de nuestra heladera.
En fin, pasan los años, pasa la vida, y volvemos a lo mismo, verano con la angustia de saber que en cualquier momento te quedas sin energía, la que posee uno y la que circula por el cable.