Domingo 24 Noviembre 2024

PeinetonesLos 50 años de la Donación Celina González Garaño 1963 – 2013

50 años de la donación de Celina González Garaño, la primera gran benefactora mujer del Museo de Arte Hispanoamericano Isaac Fernández Blanco, la institución inaugura en su homenaje una nueva sala en la que se hace foco sobre uno de los muchos tesoros que conformaron tan valioso legado: la colección de peinetones, acompañada por acuarelas de Pellegrini y grabados de Bacle y Vidal, procedentes de la misma donación.

Los Peinetones

Por Marcelo Marino (Universidad Nacional de Cuyo) y Gustavo Tudisco (Investigador del MIFB)

Entre 1829-30 y 1836-37 el uso de un tipo especial de peineta, conocida popularmente como peinetón, caracterizó la moda de las porteñas.

El comienzo de esta moda fue la peineta española, introducida hacia 1815 en el Río de la Plata.

Con el paso de los años, comenzaron a observarse modelos cada vez más grandes y extravagantes.

En 1823, procedente de España, arribó a la ciudad de Buenos Aires Mateo Masculino, fabricante de peines de marfil y peinetas de carey.

A partir de este momento fueron varios los artesanos de este oficio que se instalaron en la ciudad y también en Montevideo.

No podemos afirmar que Masculino fuera el creador del peinetón tal como lo conocemos, pero sí queda en claro que fue su mayor difusor.

Lo más probable es que el peinetón haya sido una creación del mercado y la competencia.

La demanda de este artículo de lujo hizo que se activara todo un comercio en relación con el carey y que esta materia prima sufriera un aumento considerable en su precio de venta.

Conforme avanzaba la moda y las peinetas quedaban desactualizadas en su tamaño o curvatura, estos mismos talleres ofrecían un servicio de modernización consistente en el agregado de nuevas partes de carey y en un nuevo moldeado.

Las matrices a la moda, necesarias para estos arreglos, también estaban a la venta y eran ofrecidas a otros artesanos.

Si tomamos en cuenta que el carey era una materia prima costosa, de importación, extraído del caparazón de las tortugas en países tropicales, y su único destino era la factura de objetos suntuarios, es evidente que las peinetas de ese material fueron artículos de lujo sólo reservados a las mujeres de élite.

El crecimiento económico, a partir del primer período federal, conllevó el nacimiento de una nueva clase social, la ganadera, que pudo afrontar el consumo a gran escala de este tipo de artículos.

El uso de una peineta de mayores proporciones que lo normal, por parte de una mujer, daba cuenta de su situación en la escala social y del poder económico y político de su padre o de su esposo.

Por el número de peinetones que se conservan, tanto en colecciones públicas como privadas en Buenos Aires y Montevideo, es lícito creer que se produjeron a gran escala, y que una mujer de élite contaba con más de uno en su haber.

El valor promedio de un peinetón de carey hacia 1830 era entre $500 y $700, aproximadamente el valor de un alquiler mensual de una casa grande en la ciudad.

Los formatos más comunes fueron los de media luna o abanico, urna médici, cola de pavo, de plumas, de trapecio, de canasta, entre muchos otros.

Los mismos podían ser lisos, moldeados, profusamente calados o presentar incrustaciones de esmalte y oro.

Existía una versión más económica, realizada en asta, cuerno de vaca, que abarataba los costos por tratarse de un "fruto del país" e imitaba muy bien la textura del carey rubio.

Entre las mujeres de estratos populares se sustituía el peinetón por una peineta tallada en piedra de talco.

Durante el primer gobierno de Rosas (1829-1832), los peinetones crecieron de tamaño y se instalaron como elemento fundamental del guardarropa femenino.

Pero a partir del segundo gobierno (1835-1852), el uso del peinetón comenzó su declive.

Para estos años, se inauguró un momento en que la lectura visual de los cuerpos vestidos se hacía rigurosa y debía otorgar una clara referencia sobre la adhesión o la disidencia con el gobierno.

Este fue el momento de una fuerte codificación suntuaria que abarcó todos los ámbitos del vestir.

Estas leyes tuvieron un carácter regulador de las relaciones sociales entre los individuos y entre éstos y el Estado.

Cualquier modificación en los usos de la indumentaria variaba sensiblemente el reconocimiento en el espacio público.

En este clima de regulación de las prácticas, la ostentosa moda del peinetón llegaría a su fin.

Sala de Peinetones

Palacio Noel. 1º Piso.

Sede Casa Fernández Blanco: Dirección: Hipólito Yrigoyen 1420.

Teléfono: 4383-9794

Horario: martes a viernes de 12 a 18 hs. Sábados y domingos de 11 a 17 hs.