Mariana Bentosela, investigadora del CONICET y doctora en Psicología, estudia cómo se comunican los perros con las personas, qué entienden, qué sienten, y cómo sus gestos revelan más de lo que imaginamos. ¿Qué podemos aprender de ellos y cómo mejorar ese vínculo cotidiano? Hay relaciones que no entran en ninguna categoría. No son como las amistades entre pares, ni como los vínculos familiares tal como los conocemos. No hay contrato social, pero hay lealtad. No hay lenguaje compartido, pero hay comprensión.
Para la investigadora Mariana Bentosela, la conexión entre humanos y perros es una relación única, de esas que aún no tienen un nombre preciso. “No es una amistad, porque no es simétrica. Ellos dependen de nosotros para muchas cosas. Es un tipo de vínculo distinto a cualquier otro que tengamos”, asegura.
Desde hace más de dos décadas, Bentosela investiga las habilidades sociales y emocionales de los perros en el Laboratorio de Etología, Cognición y Neurociencia de la Universidad de Buenos Aires (UBA) y el CONICET. Estudia cómo piensan, cómo sienten, cómo se comunican y qué aprenden de quienes los rodean. Y aunque su enfoque es científico, hay una certeza que atraviesa sus palabras con fuerza personal: “Los perros saben mucho más de nosotros que nosotros de ellos”.
En sus primeros años como investigadora, Bentosela trabajaba con modelos en ratas. “Sentí que quería observar a los animales en condiciones más reales, más ecológicas. Ver cómo responden socialmente”, recuerda la doctora en Psicología, en diálogo con la Agencia CTyS-UNLaM. Fue entonces cuando dio con los primeros estudios sobre comunicación entre perros y personas, una línea de trabajo que por entonces apenas se abría camino en el mundo.
Empatía en perros: ¿pueden sentir lo que sentimos?
La ciencia ya no duda: los perros experimentan contagio emocional. Es decir, reaccionan emocionalmente ante el estado de ánimo de una persona. Pueden ponerse tensos si notan angustia, o relajarse si sienten alegría. “Este contagio es el mecanismo más básico de empatía y está presente en muchas especies”, aclara Bentosela.
Pero en el caso de los perros, los indicios van más allá: pueden reconocer emociones humanas incluso cuando se les presentan estímulos aislados como olores, sonidos o fotografías. "Tienen una gran capacidad para relacionarse con las personas, les prestan mucha atención. Somos su fuente principal de recursos: comida, mimos, refugio. Por eso están muy atentos a lo que hacemos, y eso les permite aprender mucho de nosotros”, explica la investigadora.
Esa atención, sostenida en el tiempo, da lugar a una comprensión mutua que no es azarosa. Miran, interpretan gestos, siguen direcciones de mirada y responden a nuestras emociones. “Una de las habilidades más estudiadas - detalla la experta- es el contagio emocional: experimentan emociones parecidas a las que perciben en las personas”.
Los perros pueden, por ejemplo, reconocer emociones humanas incluso cuando no tienen a la persona delante. Pero, ¿qué hacen con esa información? “Nosotros trabajamos con simulaciones de discusiones entre los tutores del animal. Y vimos que los perros se acercaban más a quien estaba recibiendo el grito. Parecían consolarlo. Pero todavía estamos investigando cuánto hay de intención real”, expone. Magalí de Diego (Agencia CTyS-UNLaM) Nota completa en: Agencia CTyS.