Siniestros de tránsito
Morir en la calle
En julio pasado una imagen golpeó a los porteños: bajo un colectivo de la línea 15 yacía el cuerpito muerto de Facundo que, con apenas 5 años, fue atropellado por el vehículo cuando cruzaba la calle Honduras de la mano de su mamá.
Al día siguiente, los medios advirtieron que el chiquito era una de las 19 personas que durante el año habían perdido la vida en la ciudad de Buenos Aires arrolladas por colectivos.
A las pocas semanas, las víctimas ya eran 21; cifra equivalente al 27 por ciento del total de muertos en todo tipo de siniestros de tránsito que la Defensoría del Pueblo registró a lo largo de 2009. La conmoción que generó esta seguidilla de tragedias hizo que las autoridades nacionales y locales tomaran cartas en el asunto.
Mientras las primeras anunciaban que controlarían la velocidad y los trayectos de cada uno de los 9.800 colectivos que circulan por la ciudad, las segundas – carentes de jurisdicción sobre estos vehículos- pidieron a la Comisión Nacional de Regulación del Transporte (CNRT) que extendiese en un 20 por ciento el tiempo que tienen los conductores para realizar sus recorridos entre las 6 y las 21 de cada día hábil.
Ante los anuncios, un vecino descreído comentaba: Bienvenidas las propuestas; pero necesitamos medidas urgentes que permitan solucionar un problema complejo como los siniestros de tránsito. Razón no le faltaba al hombre.
Según el Análisis Estadístico de Siniestros Viales hecho a través del Programa sobre Prevención en Seguridad Vial de la Defensoría del Pueblo -a cargo de la licenciada Susana Lapsenson-, en 2009 hubo en la ciudad 10.569 hechos de tránsito que causaron 11.549 víctimas, de las cuales 77 murieron.
Dicho de otro modo, al menos un vecino de cada manzana porteña pudo ser damnificado en estos siniestros. Estas cifras deben tomarse con pinzas porque se colectaron en las comisarías porteñas, cuyas estadísticas sobre víctimas fatales no incluyen a la totalidad de personas que fallecieron a causa de un siniestro vial sino solamente a los que perdieron su vida en el lugar del choque o atropellamiento.
Así lo advierte la licenciada Flavia Llanpart Gobbi, autora del Análisis, cuando explica: Si me arrolla un colectivo y muero mientras me trasladan al hospital o estoy internada, la Policía me cuenta como lesionada porque así me encontró en la vía pública. Igualmente, cuando informa sobre los lesionados, no diferencia entre el que tuvo un tajito en el brazo del que quedó cuadripléjico.
Además, en ocasiones, se omiten algunos siniestros. Todo esto impide mensurar la real dimensión de la siniestralidad porteña.
No obstante, usamos las cifras policiales porque son las más rigurosas. El trabajo de la Defensoría destaca que -a diferencia de otras zonas del país- las muertes capitalinas son pocas respecto al gran número de lesionados y especula que ello se debería a la alta concentración del tránsito ciudadano que favorece la recurrencia de siniestros pero dificulta el desplazamiento de vehículos a alta velocidad, lo que reduciría la intensidad de los impactos.
Señala también que, aunque la siniestralidad es similar a la de años previos, las víctimas fatales descendieron en un 40 por ciento respecto a 2008.
Ello se debería a la reducción de hechos causados por excesos de velocidad o por conductores alcoholizados; dos circunstancias que para los expertos impactan fuerte en la capacidad de sobrevida del damnificado.
Entre los muertos de 2009 hubo 31 peatones y 23 motociclistas; unos y otros suman el 70 por ciento de las víctimas fatales y conforman el grupo más vulnerable.
El resto incluye a 20 automovilistas, un ciclista y dos casos cuya condición no se informó.
El documento concluye advirtiendo que peatones y motociclistas debieran ser los principales destinatarios de las políticas de prevención en seguridad vial.